Una tarde en la piscina, David y su papá vieron un par de
niños que tenían algo interesante. Los vi de lejos tan entusiasmados que me
acerqué picada por la curiosidad. ¡Tenían un gorrión volantón! Había deseado
encontrarme uno para criarlo con el peque y mira, ahí estaba porque los niños,
un poco compungidos me explicaron que sus mamás no dejaban que se lo quedaran.
Perfecto, porque en este caso yo era la mamá y sí quería que nos lo quedáramos.
Las circunstancias hacían que no pudiéramos dejarlo donde se
calló para que lo recogieran sus padres, porque lo hizo justo encima de una
toalla en plena tarde y de allí la gente no se va hasta que es de noche y
entonces aparecen los gatos, carne de cañón. Por lo menos así tendría una
oportunidad.
Recuerdo haber criado gorriones durante toda mi infancia. En
realidad era mi madre, claro está. A ella le encantan, de hecho es su animal
favorito. De joven crió pájaros y con la entrega y santa paciencia que tiene
raro era el que no sobrevivía. Si tenían mucho frío les daba un
grano de pimienta. Se pasaba toda la noche con el pajarillo de turno en su
pecho, acurrucándolo cerca de su corazón, para descansar un poco antes de ir
trabajar les hacía un nido con un trapo y le ponía un despertador de tictac. No
se si era la crianza con apego o qué, pero ya os digo, pocos la “espichaban”
(se morían).
El caso es que nos lo quedamos, todos empezábamos las
vacaciones y nos íbamos de viajillo juntos. Abuelaexpertacriadoradegorriones
incluida.
Primero un par de días en casa, todo parecía ir bien, al
pajarillo se le veía más espabilado. Algo curioso, sólo la primera tarde, en la
piscina pió y pió, llamando a sus padres, supongo, después hizo mutis y casi no volví a oirlo
piar, ya digo, raro, porque es como piden comida, nunca nos había pasado.

David estaba encantado. Lo bautizó Juan Minino (está
“enganchao” a la peli El Gato con Botas). Quería que se lo pusiéramos en la
mano, observaba muy atento cómo le dábamos de comer…
Mientras preparaba la maleta oí un ruido y cuando me asomé
me encontré a mi niño dándole de comer al pajarito el solo. Había cogido toda
la parafernalia, abierto la cajita y allí estaba. Todo un hombrecito de tres
años. Me emocioné al ver lo bien que lo hacía y su predisposición de criar al animalito.
Después: viaje en
coche, Selwo Marina, noches de hotel, Museo del Vidrio, bares…todo con el pajarito a
cuestas. Alimentándolo a cada rato. Todo parecía ir bien. El pajarillo iba
creciendo, estaba más espabilado, a veces, muy pocas veces piaba. Si no estabas
muy al “liquindoy” se salía de la cajita, andurreaba por ahí. Lo dicho, todo
bien. Pero bien, bien, no estaba. Tenía unos bultos un poco raros en sitios del
cuerpo un poco raros, en fin, una no es muy experta, pero era un poco raro.

En la segunda etapa de las vacaciones, de repente, algo iba
mal. Mi madre empezó a preocuparse. No quería comer, no hacía caca bien, estaba
más raro todavía y todo hacía preveer lo peor. Se lo fuimos avisando a David:
El pajarito está malito, no quiere comer.
Salimos a cenar y cuando regresamos con David dormido, el
pajarillo ya había muerto.
Dilema. No queríamos tener el cadáver del animalito en la casa
pero a la vez, llamadme macabra, quería que David lo viera para que físicamente viera qué pasaba cuando alguien moría.
Me parecía lo más idóneo porque hace ya algún tiempo que el hace alusiones a la muerte y que
andamos buscando la manera de ir explicándole, según el nos vaya pidiendo y
sabíamos que con la falta del pajarito lo iba a hacer.
Al final optamos por dejar el cuerpo del pajarito en el jardín
para que la naturaleza siguiera su curso y se lo comiera un gato, total, sólo
un par de semanas de prórroga tuvo el pobre y en ese tiempo sirvió de
enseñanza a mi pollito. Era su animalito y tenía que cuidarlo, darle de
comer, agua, vigilar que estuviera bien, tratarlo con cariño...como a su tortuga Mara.
Ha sido una
buena experiencia para él y para nosotros. En muy pocos días el pequeño ha podido vivir el el pajarito un ciclo de vida casi completo. Parece que nos lo han puesto en el camino para ayudarnos a explicarle un poco más.
Mamá ¿donde está Minino?
¿Te acuerdas que estaba malito? Pues se ha muerto
Todas las mañanas restantes, cuando se despertaba iba a la jaula a ver si Juan Minino había vuelto, preguntaba
¿Donde está el pajarito?
En una estrellita en el cielo. Le decía yo. Cada día el una perlita nueva salía de su boquita
¿Y donde está su mamá? Porque le leemos el cuento No es fácil pequeña ardilla y en él es la mamá la que muere y claro, lo relacionó
¿Se ha ido con el santo? jajajaja, me dijo un día, por la expresión "se me ha ido el santo al cielo", jajaja, a veces cuesta pillarlo :)
La abuela ha hecho magia y el pajarito se ha ido. Con cara de resignación y encogiendo los hombros
Hemos disfrutado la corta experiencia pero creo que no repetiremos (hasta el
perro cuando podamos), mi madre se ha plantado y sin su ayuda experta…
PD: Una recomendación. Nada de pan con leche, que los pájaros no
son mamíferos. Cereales, pan, fruta, huevo duro y agua, a medida que crezcan se le puede dar jamón de york (proteínas), lo que se parezca a semillas, frutos e insectos que es lo que comen en libertad… De muy, muy pequeños
con un palillo plano, para imitar el pico de la madre, que lo introduce en el
del polluelo hasta el fondo de la garganta. ¡Que parece que se va a tragar el
palo!