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31 de agosto de 2015

La persona más afortunada del mundo

Verano a verano escribo lo mismo, o eso creo, porque así me siento, la persona más afortunada del mundo por poder pasar con mi hijo todas las horas del día, de todos los días. Así de agonía soy como madre.

Desde que nació no ha habido nada más prioritario que él, que el tiempo juntos. En la calidad no me meto, que eso es muy subjetivo, y lo que a uno le parece bien para otro es caca de la vaca. Yo soy de cantidad, de esa que se cuenta al mirar el reloj y ver pasar las horas. De esa que para nosotros dos en realidad casi ni existe. 

Despertamos sin reloj, sin nada más urgente que remolonear en la cama; teta, juegos, risas, charlas. De ahí al sofá, desayuno con ración de dibujos animados. Logística diaria entremezclada... "ayúdame a montar el lego", cuando termine de poner las lavadora, "una partida de futbolín", mientras coges la pelota voy a bajar el fuego", "el caballito de mar macho es el que pone los huevos" oigo mientras doblo la ropa, "vamos a echarle de comer a Mara",  "¡guerra de cosquillas!", vamos al supermercado, "¿falta mucho para que llegue papá?"...y casi sin darnos cuenta allí está. Y queda la tarde y la noche para estar juntos. Pasar así los días lentos de verano me hacen sentir inmensamente feliz. 

No dejo de escuchar "no sabes la suerte que tienes de estar con él". Porque paso, porque me aburre, porque me molesta en realidad, no contesto, no explico, no justifico. Sí, lo se, conozco mi suerte, pero más allá y sobretodo es mi ELECCIÓN. A nadie le importan más que a nosotros nuestras renuncias (que sí, que cuando elegimos inevitablemente renunciamos, aunque sea con gusto), a nadie nuestra economía, a nadie la incertidumbre del futuro. Lo que importa, lo que me importa es el tiempo hoy. Porque el futuro está por venir y quizás ni exista.

Me regodeo en todas nuestras horas. Las guardo en mi memoria, en mi corazón. Quiero creer que él también. Eso sólo el tiempo lo dirá. Yo, hoy me siento así, la persona más afortunada del mundo.

Ilustración de Bernardo Carvalho para el libro
Corazón de madre
Ed. Libros del Zorro Rojo


Leyendo En Tiempos de prodigios de Marta Rivera de la Cruz me crucé con un texto que veía a reflejar mis pensamientos/sentimientos. No tan feliz, no tan permanentemente dichosa, pero hoy por hoy (ya veremos con el paso de los años), yo podía ser esa madre, quizás porque yo misma era una de esas niñas de las que la protagonista del libro sentía pena.

"Mi madre siempre estaba contenta. La recuerdo canturreando mientras hacía la comida o cuando planchaba nuestros vestidos, de un eterno buen humor al volver del emrcadoo al llevarnos al colegio. Estaba satisfecha con su elección. Con su vida entre cerros de ropa que planchar, menús semanales y compras de alimentación para cinco personas. (...). Mi madres estaba orgullosa del trabajo que hacía, de tner un horario de veinticuatro horas sin paga de beneficios ni posibilidades de ascenso. 
Cuando yo era pequeña, me daban mucha pena las niñas cuyas madres trabajaban fuera decasa. Qué placer era entonces encontrarla siempre a mi madre cuando volvíamos de la escuela. Qué gusto que todas las comidad estuvieran listas a su hora, que cuando uno de nosotrso caía enfermo ella pudiese velar su sueño inquieto, poner paños frescos en una frente que ardía, administrar un jarabe o controlar la temperatura. Qué suerte tener una madre siempre presente, preparada para secar lágrimas, para curar una rodilla herida, para conolar, para reñir incluso. Cuando era pequeña, yo no tenía llaves de nuestro piso.¿Para qué, si sabía que mi madre nunca iba a estar fuera cuando yo llegara?

(...)Una elección de la que no se arrepintió nunca. "Mi trabajo era ese. Yo quería hacer bien mi trabajo. ¿No quieres hacer tú bien el tuyo?". (...) Porque era feliz con la vida que había escogido y no tenía nada que echar en cara a nadie. Estaba justamente orgullosa de sí misma, de la familia que había creado, de poder asistir a las funciones de NAvidad, de venir a buscarnos cuando acababan las clases, de preparar nuetras fiestas de cumpleaños. Cuando llegaba a casa del colegio era mi madre quien abría la puerta de la cocina, donde flotaba el olor sabroso de algún guiso casero. Durante años, al entrar en casa, lo primero que veía era una mujer completamente feliz. Y ahora me doy cuenta de cómo esa circunstancia marcó mi niñes. La convivencia diaria con la alegría es el mejor regalo que puede recibir un niño.

Mi generación ha pasado años mirando por encima del hombro a mujeres ocmo mi madre, compadeciendo su suerte, reivindicando por ellas el derecho a huir del hogas, de las familias numerosas, de las cacerolass y las listas de la compra. Nunca nos dio po rpensar que, entre tantas mujeres insatisfechas, entre tantas mujeres decepcionadas con su suerte,,  entre tantas mujeres que renegaban de su condición de amas de casa, había un puñado de mujeres dichosas a las que lavar pañales, planchar camisas y hacer potajes, y que no sentían como un fracaso el haberse consagrado a sus familias. Cuando torcemos el gesto pensando en esas mujeres, no pensamos en ellas sino en nosotras mismas inmersas en una existencia así, que se nos antoja vacía de contendio. Ni en un millón de años hubiese cambiado mi vida por la de mi madre. Pero creo que ella tampoco hubiese cambiado la suya por la mia." *

Como la madre de este libro, esta es mi elección y porque he tenido la suerte (ahora si) de poder elegir así me siento, la persona más afortunada del mundo.


* En tiempos de prodigios
   Marta Rivera de la Cruz
   Editorial Planeta. 2012
   ISBN 9788408111436

  


18 de agosto de 2015

Mi maceta Piedracactus

Si algo tiene el verano es más tiempo para hacer cosas. Juas, juas, juas. Cualquiera que tenga a los niños en casa entenderá que me ria. O eso creo, porque a pesar de las laaaaargas horas que "tenemos", no dan para nada. En la rutina de la vagancia, arañando ratitos aquí y allá, he conseguido tener mi maceta. Y es que como la piedratope, desde que pineé esta idea en la carpeta Para mi lo quiero, sentí que no podía tardar en hacerla.
Fácil, a más no poder, bonita...¡a mi me encanta!


Sólo necesitamos piedras, pintura, unos pinceles y un poquito de eso, tiempo, pero muy poquito, palabra.

Y e voilá, una maceta de las que a mi me gustan, de las que no necesitan cuidados, como la otra de la foto. Cada una adornando un rinconcito.


PD: Si sois menos impacientes y fulleras que yo, usad al menos pintura acrílica, no la de dedo de los chinos, que es la que tenía en casa en ese momento.

PD2: La pintura de dedo del chino no es tan mala. Un verano después y sigue intacta. Este es otro post atrasado)


17 de agosto de 2015

Mi pequeño fashionista

Definitivamente no se de dónde ha sacado esa vena fashion, ese gusto por la moda, porque lo que somos el gallo y yo, no podemos ser menos dados a eso. Lo mismo es un gen de esos que se salta una generación y de mi padre pasó a él por obra de la naturaleza.

Lo cierto es que desde este verano (el de 2014) tenemos auténticos problemas antes de salir de casa y es que ello pongo porque el tema aspecto nos trae por la calle de la amargura. El pollito se ha declarado un auténtico fashionista y lo único que quiere es ir MOLÓN. Según su criterio, claro está.

Las conversaciones son del tipo
Este pantalón no me lo pongo porque es muy ancho y yo lo quiero estrechito. Que viene a ser una talla menos de la suya, cuando las madres calificamos la ropa de saltoncilla, ese es el punto, eso es molón.

Le dio por meterse la camiseta por dentro, cosa que yo odio (efectivamente lo que yo piense importa poco)
Yo: Pero no vez que muy poca gente la lleva por dentro
Él: Pues yo soy uno de esos pocos
¡¡Zas en toda la boca!!

Este me molesta (el que hace dos días era su favorito), esta camiseta me está grande (la última que compramos)..una y otra vez, así que...al carajo...a partir de ahora escoge tu ropa, bonito.

Ok, bien, sin problemas. Error!!! Aquí los problemas vienen por desdoblar y alborotar todo el cajón en busca de justo esa camiseta que está en el cesto de la ropa sucia. Mierder!

Yo que me tenía fraguado el uniforme del colegio como los años anteriores, con los benditos chandals de decathlon, buenos, bonitos cómodos y baratos, pues no. Yo quiero ir en vaqueros mamá. Así sea chaval

Muertecita me quedé al asomarme un día al salón y verlo allí, creando su outfit O.O



Pero ¿dónde leches ha visto eso?

El pelo, pues si, también es cosa suya, en verano le dio por el peinado lenguetazo de vaca, con la llegada del frio (los 34 grados que hacen actualmente, otoño, vamos ejem, ejem) dejó de ponerse a lo "pollito ajogao" para pasar a pulverizarse cantidades ingentes de colonia de Spiderman (lo mejor de todo es que yo también la uso)

De los calcetines blancos mejor no hablamos. ¿Qué le vamos a hacer? incluso "los expertos" la cagan de vez en cuando y al chiquillo es que le gustan con todo (shhhh mi solución es no comprarlos jur, jur, jur).

Pero la verdad es que creo que no se le da demasiado mal



Si en cuestión de ropa tenéis un niño algo más moldeable que el pollito y aún sois vosotros quien elegís su ropa, no dejéis de echarle un ojo a las recomendaciones de Paqui de Ventiladores de colores en su post Estilo propio, no copio

(Post de hace muuuuuuuuuuuchos meses que no se porqué no había publicado. Estado actual: Sin cambios ^.^)



14 de agosto de 2015

Mi hombre del futuro

Confieso que en días como hoy siento miedo. Han encontrado asesinadas a las dos chicas que desaparecieron en Cuenca. Dos mujeres más que se suman a las otras casi 30 que van este año asesinadas por sus parejas o exparejas. Casi 800 desde 2003 asesinadas por HOMBRES.

Siento miedo, sí y no por mi siendo mujer. Siento miedo por él, por mi hijo, por ese hombre del futuro. Miedo a que pueda creerse con derecho a todo, miedo a que sea uno más como esos hombres "normales", buenos vecinos, buenos trabajadores, buenos amigos, buenos padres...buenos hasta que matan. Miedo a que no llegue a tanto. Miedo a que agreda, a que se imponga por la fuerza, a que controle, a que violente.

Educar, educar, educar, no sólo a él. A él, a ellos, a ellas, a toda la sociedad, porque no es que algo falle es que todo está mal. 
Cuando no se llaman a las cosas por su nombre está mal, 
cuando no se les desprecia profundamente está mal, 
cuando siguen siendo tan sólo un número más está mal, 
cuando miramos para otro lado está mal, 
cuando no apoyamos está mal, 
cuando no gritamos está mal,
cuando "algo habrá hecho" está mal,
cuando nos parece normal está mal,
cuando es por amor, está mal,
Mal, mal, mal. 
y vamos a más...lo dicen los datos...
y me da miedo.

Algo habrá que hacer, algo podremos hacer. Algo tenemos que hacer



3 de agosto de 2015

Olor a madre

A qué hueles mamá?

No se David, ¿a qué huelo?
Hueles a teta mamá, hueles a ti


Eso me dijo mientras subíamos juntos los escaleras de casa. Medio metro nos separaba y olía a mi. ¿Puede haber algo más exquisitamente natural? 

Los olores se guardan en lo más hondo de nuestra memoria, bien arraigados a nuestro corazón. Nos hacen evocar sensaciones, nos trasladan a otros tiempos. El arroz con leche que hacía tu madre, su perfume mezclado con el suavizante que usaba, los jazmínes que solía poner en la mesita de noche...nos sorprenden sin aviso saliendo de casa de la vecina, al atravesar unos grandes almacenes, al dar un paseo por aquella plaza... 

Si yo huelo a mi leche, si ese es mi perfume ¿qué olor atraerá mi recuerdo? Siento una mezcla extraña que me resulta difícil de explicar. Orgullosa por haber dejado fluir la lactancia, por haber hecho entre los dos algo tan natural, tan poderoso, tan primigenio, tan animal como para llegar a definirnos. Ese olor a leche es tan mio, es tan nuestro, como lo son los miles de momentos compartidos al pecho. Tanto como para que el mayor de sus secretos sea desear que mis pechos tengan leche muchos años más.



Ese mismo olor que me define, mi olor a madre, hace que sienta miedo. Miedo a que no pueda evocarme, a que no lo asalte ningún olor que le recuerde a mi. Quizás, si alguna vez tiene hijos y su madre les da el pecho llegue a su nariz algo parecido, pero lo dudo. Sin duda ella tendrá su olor a madre, otro olor a ella que no se parecerá en nada a mi. Probablemente el ni siquiera lo perciba, será su hijo el que lo haga, conectado con esa mujer y con su necesidad de alimento, cobijo, seguridad y amor, el que perciba su olor, a leche, a ella a su madre.

Recuerdo de pequeña cómo me maravillaba al pensar cómo estando vacas y terneros dispersos por un monte podía un ternero encontrar a su madre cuando tenía hambre. Por el olor me decían. Incrédula de que el olor a madre se dispersara de esa manera. El comentario de mi hijo es la prueba.