Ayer fue una tarde dura. Todo iba normal, como cada miércoles. Ya hace cuatro con la misma rutina: cole, comer fuera de casa para que no se duerma, patinaje y placita. Todo un coctel molotov. Sin siesta (que la necesita todos los días), super cansado, hiper excitado...todos juntos a la placita, a terminar de "reventarse".
Miércoles a miércoles me ha estado enviando señales que yo no he sabido ver, o más bien, que he visto pero he ignorado. Miércoles a miércoles hemos pasado ese rato de parque entre disputas con los amigos, juegos, mediaciones, llantos, cansancio...la mitad de las veces desencadenando en una gran bronca que ha hecho que nos fuéramos "castigados"/cabreados.
Primer error no haber tomado conciencia, romper la rutina y dejar de parquear los miércoles, cuando además lo hacemos el resto de los días.
Ayer la cosa iba así, como de costumbre: rifi rafes entre todos, hasta que de repente...su amiga, su mejor amiga, vino llorando diciendo que David la había empujado desde arriba del tobogán y se había caído. ¡¡Por dios!! Gracias a quien fuera, ella estaba bien. David gritaba medio llorando que le estaba pidiendo perdón pero que ella no quería perdonarlo.
Siguiente error mio. Tan centrada estaba en lo que había hecho mi hijo, en lo que podía haber pasado (no quiero ni pensarlo), que dejé pasar por alto cómo se sentía él...cansado, asustado, arrepentido y dolido porque su amiga no lo perdonaba, ¿cómo hacerlo en ese momento, asustada, dolorida, dolida, cansada también...?
En vez de ponerme en su lugar, en vez de mantener la calma, en vez de hablarle tranquila, explicándole lo que podía haber pasado, en vez de hacerle saber que le quiero, que lo que había hecho era muy peligroso, que no debía volver a hacerlo jamás, en vez de esperar que pasara todo para decirle que debíamos irnos a descansar...en vez de todo eso, me enfadé, me enfadé mucho, con él, y también conmigo, por no haber estado pendiente y haber evitado la situación, por no haberme anticipado y habernos ido a casa sabiendo que los miércoles en el parque son horribles. Mientras yo más le recriminaba él, cada vez más agobiado, como un mecanismo de autodefensa, más se crecía, más ogro se volvía...y yo dejándome llevar más aún crecía mi furia a la par...error, tras error, tras error...de ahí al "nos vamos a casa", ¡¡NO!!, ¡sí!, la lucha de poder, el "porque lo digo yo que soy la que manda"...el camino a casa forcejeando, patalenado, intentando morderme, y yo como un dragón...(visto desde fuera tenía que ser terrible, porque sentido desde dentro era horrible). Me haces daño, me decía, pero si lo soltaba, me pegaba, con todas sus fuerzas...desbordado...no se cómo me contuve y fui capaz de no devolverle los golpes (si lo se, porque lo hice una vez y sé como me sentí, eso hace que siempre en mi mente resuene el no, no, no, no lo hagas), pero ¿y qué? me convertí en un dargón enorme, que se lo hubiera merendado en un segundo...me fui, se quedó con su padre que no estaba mucho mejor que yo...DOS HORAS de batalla perdida, porque todos perdimos...todos echos una mierda...con una paliza mental impresionante.
Ellos, los niños, tienen la capacidad de pasar página mucho más rápido que nosotros...interiorizarán sus heridas, las irán guardando, porque perdonan rápido, pero no olvidan, pero nosotros, pero yo...aún no me he perdonado (tranquilos, lo haré, ya lo he hecho antes), pero no puedo evitar sentirme culpable y fracasada...lo hice mal, todo lo mal que se puede hacer...el único consuelo es que de todo se aprende y aprenderé, aunque falle otras muchas veces, porque fallaré. No pretendo ser perfecta, como no pretendo que nadie lo sea, sólo eso, mejorar cada día pasito a pasito.
Hoy, con la energía por los suelos y un tremendo resfriado, estoy bajo mínimos, pero pasará, espero que pronto porque no me siento bien así