Leía Estoy harta de hacer que la infancia de mis hijos sea mágica y lo compartía en facebook con el comentario: En perpectiva. Así creo que debemos leerlo para reflexionar sobre él, con perspectiva.
Creo que el artículo hace una mezcla de tantos aspectos que es imposible posicionarse a favor o en contra. Aunque en realidad no hay porqué hacerlo. Por mi parte, hay cosas en las que coincido y cosas en las que no. 
Si os apetece leerlo con calma, más de una vez si queréis antes de seguir leyendo. Quiero extenderme en el tema párrafo a párrafo, si no no creo que se entendiera. En azul el artículo original. 
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Si nuestras abuelas y bisabuelas vieran la presión que las madres de hoy en día se autoimponen, pensarían que estamos enfermas. Cada uno se autoimpone presiones en un sentido. A mi modo de ver más presión se autoimponían ellas teniendo la casa como los chorros del oro, la ropa impoluta, los niños "educados" (dícese sin molestar)...Para mi ellas podrían ser las enfermas. Y es que cualquier actidud llevada la extremo es enfermiza. Sin embargo si son cosas autoimpuestas, es decir elegidas libremente, allá cada cual con ellas. 
¿Desde cuándo ser una buena madre significa pasarse los días haciendo
 manualidades complicadas para los niños, convirtiendo sus habitaciones 
en portadas de revista con obras de arte de Ikea y vistiéndoles a la 
última moda, siempre combinados? Buena madre, mala madre. Qué pereza me da el tema. No es una cuestión de etiquetas, no es cuestión de conseguir una medalla. Es cuestión de ser feliz y a mi me hace feliz pasar tiempo haciendo manualidades, leyendo cuentos, mirando la tele, o lo que sea. Y si su habitación, como el resto de la casa, luce un aspecto bonito (para nuestro gusto), con láminas de ikea, de Vir Vireta, de la Niña sin nombre o de quién sea ¿Qué hay de malo? Todos nos sentimos mejor en un ambiente agradable igual que cuando vamos "bien" vestidos. Entrecomillo bien porque aquí entra el gusto de cada uno y eso es lo importante, la individualidad. Sigo preguntándome si hay un decálogo de la buena/mala madre. Qué hartura
No creo en absoluto que las madres modernas quieran más a sus hijos 
de lo que nuestras bisabuelas querían a los suyos. Simplemente, nos 
sentimos obligadas a demostrarlo con ridículas y caras fiestas de 
cumpleaños repletas de cupcakes caseros con 18 toppings diferentes y un sinfín de regalos. Creo que esto es mezclar churras con merinas. ¿Obligadas por quién? En ese desprecio por esas ridículas y caras fiestas, me parece notar un deje de envidia o de no se qué. ¿Ridículas? Si una persona quiere dedicarse a hacer algo que le gusta, preparar chorrocientos cupcakes con diferentes frosting, con banderines y toppins diseñados por ella misma a base de horas. ¿Qué tiene de ridículo dar rienda así a su creatividad, hacer algo que le gusta? Y si después se siente orgullosa de ver lo que con su esfuerzo a conseguido ¿no es eso digno de alabanza? y si además los que van a la fiesta se sienten bien por estar rodeado de cosas bonitas, ¿no es el colmo del colmo? y sobre todo ¿A quién hace daño?
En los últimos años, me he visto metida en ese modelo paternal de cualquier cosa que hagas, yo puedo hacerla mejor,
 que se basa en buscar ideas en Pinterest, reproducirlas a la perfección
 y compartir la foto con desconocidos y amigos a través de blogs y de 
Facebook. Seré muy inocente porque no creo que nadie comparta en las redes 
sociales alguna preciosura que ha creado para decir "yo mejor" sino más 
bien para decir "yo también". Ni más ni menos que cuando nuestra abuela 
probaba el bizcocho de la vecina, le pedía la receta, lo hacía a la 
tarde siguiente y encima la invitaba para que le diera el visto bueno. Yo también. No creo que haya tanto de "yo mejor". Hablando de mi: yo soy yo y mis circunstancias. Intento hacer lo que me hace feliz y hace feliz a los míos. Sin más pretensión que esa y al compartirlo, quizás inspirar a otras personas. Se ve que lo de inspirar está mal visto. Pinterest, el demonio.
De repente, me di cuenta: no tenemos por qué hacer que la infancia de
 nuestros hijos sea mágica. La infancia ya es mágica de por sí, incluso 
cuando no es perfecta.  Ahí creo que radica la equivocación del artículo y el acierto. Efectivamente la infancia es una etapa mágica de por sí, hace falta muy poco para que un niño la viva con intensidad, que tenga preciosos recuerdos. Eso recuerdos pueden ser 10, 50 o 1000 en parte gracias a nosotros. Mi infancia no fue perfecta y no éramos ricos, (perfección y riqueza rara vez van de la mano. Es más, la perfección no existe)
pero me lo pasaba muy bien en mis cumpleaños porque mis amigos venían. 
Lo importante no eran los regalos, ni la decoración al detalle, ni nada 
de eso. Nos bastaba con explotar globos, correr por el patio y comer 
tarta. Bastante simple, pero mágico. Es lo que recuerdo de esos 
momentos.   
En Navidad, mis padres nos compraban dos regalos a cada uno, teniendo
 en cuenta que éramos cuatro niños y que sus ingresos eran limitados. No
 había campañas que estuvieran machacando desde noviembre con las 
actividades que había que marcar en el calendario. No había chuches 
especiales navideñas, y pocos adornos (si es que había alguno). Ni 
siquiera preparábamos galletas. La camaradería al hacer la masa, el olor de la canela al hornearse, saborear algo que habéis hecho juntos...un recuerdo que no pudiste atesorar. Lo que nos hacía realmente felices era 
meternos en una cama los cuatro pensando que podríamos oír a Papá Noel 
colarse por la chimenea. Era muy divertido intentar aguantar toda la 
noche despiertos, cuchichear, reírnos juntos, y desear con ansia que se 
hiciera de día. Era mágico. Nunca sentí que me faltara algo. Dicen que no puede echarse de menos lo que no se ha tenido. Algo así vendría a ser. Efectivamente no puedes sentir que te falta algo porque no te falta, esas son tus experiencias. ¿Pero que pasa si esa experiencas se multiplicaran por 1000? ¿Si a esa lista de recuerdos añadieras muchos más? Pues que sería aún mejor. 
No recuerdo una sola vez en que mis padres hicieran manualidades 
conmigo. Las manualidades era algo que se hacía en el colegio. Otro recuerdo perdido. Las 
únicas manualidades que recuerdo son las que hacía mi madre en 
su tiempo libre. A menudo me adormecía el ruido de su máquina de coser 
cuando se ponía a arreglar el bajo de nuestros pantalones o a convertir 
un trozo de tela en accesorios para el pelo que luego vendía.
En casa jugábamos. Todo el rato. Después de la escuela, volvíamos 
andando desde la parada de autobús, dejábamos la mochila y mi madre nos 
empujaba a salir de casa. Nos quedábamos con los niños del vecindario 
hasta la hora de cenar. Era otra época... Ahora, muy pocos de nosotros 
dejamos que nuestros hijos anden solos por ahí (Efectivamente eran otros tiempos). Además, cuando éramos 
niños y estábamos en casa, jugábamos por nuestra cuenta. Teníamos 
nuestros juegos, hacíamos fortalezas con mantas, veíamos la televisión, 
bajábamos por las escaleras con almohadas. Nuestros padres no eran los 
responsables de nuestra diversión. Si se nos ocurría murmurar las 
palabras mágicas "estoy aburrido", en un momento nos daban una lista de 
tareas. No puedo recordar el ruído de la máquina de coser de mi madre, pero puedo recordar las tardes fabricando puzzles con ella para 
que consiguiera aprenderme las comunidades autónomas y todas sus provincias.
 Nunca jugaste con tus padres. Menos vivencias que atesorar. Yo recuerdo jugar a las cocinitas en la playa, las guerras de cosquillas, volar gracias a sus piernas, cabañas improvisadas que permanecían semanas...y ella ahí conmigo a veces, otras con amigos, otras sola. Más recuerdos mágicos.
Echo la vista atrás a mi infancia y sonrío. Todavía me acuerdo de cómo era eso de divertirse sin preocupaciones. Lo recuerdo y lo añoro, pero tengo suerte, lo vuelvo a vivir día a dia con mi hijo 
Mis padres se ocuparon de mantenernos calientes y alimentados, y 
ocasionalmente planeaban alguna actividad especial para nosotros (la 
pizza de los viernes por la noche era una tradición), pero en el día a 
día, nos las apañábamos por nuestra cuenta. Rara vez jugaban con 
nosotros. Aparte de la típica caja de cartón vacía que encontrábamos en 
las puertas de cualquier tienda, no nos regalaban juguetes a no ser que 
fuera nuestro cumpleaños o una fiesta especial. Nuestros padres estaban 
ahí siempre que necesitábamos algo, o en caso de accidente, pero no eran
 nuestra principal fuente de diversión. Esa visión de los padres como meros veladores por las necesidades materiales de sus hijos me parece limitante y triste, muy triste. Comida y calor, ¿ahí termina todo? A un perro le das cariño, lo acaricias, juegas con él. ¿Con un hijo no? Qué de cosas te estás perdiendo entonces y de cuanto lo estás privando. No entiendo así la maternidad/paternidad.
Hoy en día, se hace creer a los padres que lo que beneficia a los 
hijos es estar constantemente con ellos, mano a mano, cara a cara: "¿Qué
 necesitas, cariño mío? ¿Qué puedo hacer para que tu infancia sea 
increíble?". En una visita a Pinterest, es inevitable ver cosas como 
"100 ideas de manualidades para verano", "200 actividades caseras para 
invierno", "600 cosas que puedes hacer con tus hijos en vacaciones", 
"12.000 millones de estrategias para el Ratoncito Pérez", "400 billones 
de ideas para fiestas de cumpleaños temáticas", etc.
Los padres no son los que hacen que la infancia sea mágica. Está 
claro que los casos de violencia y abandono sí pueden arruinarla, pero, 
en general, la magia es algo inherente a la edad. Cierto, pero podemos ayudar. Ver el mundo desde los
 ojos inocentes de un niño es mágico. ¿Cómo ver con sus ojos si no estás a su altura? ¿Sin vivir junto a él, sin disfrutar con él? Jugar con la nieve en invierno 
cuando tienes cinco años es mágico. Perderse entre los juguetes tirados 
por el suelo es mágico. Recoger piedras y guadárselas en el bolsillo es 
mágico. Andar con un palo es mágico. Dificilmente pueda mi hijo jugar con la nieve en invierno si nosotros
 no planeamos un viaje, igual que la playa o la montaña. Perderse entre 
los juguetes tirados por el suelo, no podrá hacerlo si no le compramos 
juguetes (y no digo mil y uno cada día)...recoger piedras, andar con un 
palo...todo son cosas en las que los padres tenemos que poner nuestro 
granito de arena, sino es imposible que vivan esas experiencias. Mi hijo
 no puede salir a la calle y vivir todo eso sin más. Quizás sean nuestras circunstancias especiales, aunque no lo creo.
No es nuestra responsabilidad crear y proporcionar recuerdos mágicos cada día, como si se tratara de una obligación. Sí creo que es nuestra responsabilidad, pero nunca que sea una obligación. No propicio que viva experiencias por obligación sino por el puro placer de verlo feliz. Por el mero gusto de que pasen los meses y me diga: ¿Te acuerdas mamá cuando fuimos a montar en burro? ¿Te acuerdas mamá lo bien que nos salieron los croisants? ¿Te acuerdas mamá del teatrillo que fabricamos papá y yo? Recuerdos para echar en la bolsita de la memoria. Recuerdos que irán ligados a nosotros, sus padres. No pasará mucho tiempo en el que en esos recuerdos mágicos no seamos nosotros la compañía sino los amigos o el primer amor. 
Nada de esto niega la importancia del tiempo que se pasa en familia. 
Una cosa es, sin embargo, concentrarse en pasar tiempo juntos y otra 
cosa muy diferente es concentrarse en la construcción de una actividad.
 Una puede concebirse como algo forzado, con un objetivo predeterminado,
 mientras que la otra es más relajada y natural. Los padres se sienten 
tan obligados a crear experiencias que se puede palpar la enorme presión
 que soportan. Completamente de acuerdo. La expectativas rara vez se ven satisfechas.
Me han dicho que cuando tenía cinco años fuimos a Disneyland. Yo no 
me acuerdo de haber ido, pero he visto las fotos borrosas de aquel 
momento. En cambio, lo que sí recuerdo con esa edad es un disfraz de 
pirata que me encantaba, coger ciruelas del árbol de enfrente de mi 
casa, las rocas que me gustaba escalar y mi perro, con el que jugaba en 
las escaleras del portal. 
No me acuerdo de las vacaciones para las que mis padres probablemente
 estuvieron ahorrando durante meses; seguro que, más que nada, fueron 
estresantes. El lugar más mágico de mi infancia no era ningún parque de atracciones; era mi casa, mi cama, mi patio, mis amigos, mi familia, mis libros y mi propia mente. 
Cuando hacemos de la vida una gran producción, nuestros hijos se 
convierten en el público, y crece su apetito por el entretenimiento. 
¿Estamos criando a una generación de personas incapaces de encontrar la 
belleza en lo mundano? No entiendo esta última pregunta. ¿Acaso disfrutar de un teatro en menos mundano que coger flores en el campo?
¿Queremos enseñar a nuestros hijos que la magia de la vida es algo 
que viene en un envoltorio precioso, o que la magia es algo que cada uno
 tiene que descubrir por sí mismo? 
Planear todo tipo de acontecimientos, trabajos manuales y vacaciones 
caras no resulta dañino para nuestros hijos. Sin embargo, si las ansias 
por querer hacer de todo proceden de la presión o de la idea de que todo
 lo anterior es una parte imprescindible en la infancia de cualquier 
persona, deberíamos replantearnos mejor las cosas. Efectivamente, si se hace como obligación, o por ansias de ese famoso "yo más" en vez de por puro placer y disfrute, mal vamos.
Una infancia sin las manualidades de Pinterest puede ser igualmente 
mágica. Una infancia sin viajar en vacaciones también puede ser mágica. 
La magia de la que hablamos, y la que queremos que nuestros hijos 
experimenten, no sale de nuestra creatividad, no consiste en eso. La 
podemos descubrir en la tranquilidad de un arroyo, en el tobogán del 
parque, y en la risa inocente de una nueva vida. Paréce ser que hacer manualidades y jugar en el parque estuvieran reñidos. Venga, un esfuerzo. No hay que escoger una cosa u otra, se puede disfrutar de todo, sin exclusiones.
Estamos constantemente escuchando que los niños de hoy en día no 
hacen suficiente ejercicio; pero, quizás, el músculo que menos ejercitan
 es la imaginación, ya que intentamos encontrar desesperadamente la 
receta para algo que ya existe. Con esta afirmación me pierdo del todo. 
Texto de Bunmi  Laditan traducido por Marina Velasco Serrano. Publicado en El Huffington post el 11-04-2014 http://www.huffingtonpost.es/bunmi-laditan/estoy-harta-de-hacer-que-_b_5117045.html
 
Ay guapa, no puedo estar más de acuerdo contigo. Unas cosas no están reñidas con otras. El otro día una amiga-mamá me decía que ella se pone a hacer manualidades con sus hijas porque no le queda otra y que yo lo haría por lo mismo... mi cara :O simplemente le contesté que yo ya en el cole era de las que me ofrecía voluntaria para hacer los murales o cualquier cosa que se tuviera que hacer porque me encantaba y que precisamente es al revés, que ellos me dan mil "excusas" para hacer mil cosas con ellos y que lo disfruto muchísimo, y no con esto se es mejor o peor madre, sino simplemente es algo que hago sin esfuerzo. Como dices, lo malo es hacer las cosas por obligación, y ya lo de disfrutar... pues mis hijos disfrutan igual en eurodisney que en el parque echándole pan duro a los patos o en casa viendo dibujos, cada cosa tiene su punto, y no se trata de escoger sino de vivir muchas. Besos!
ResponderEliminarAmén! ¿Para qué vamos a escoger pudiendo no hacerlo? ;)
EliminarDisfrutemos, cada cual como queramos y podamos y punto
Besazos
Plas plas plas, lo importante es que cada uno viva su vida a su aire, es cansado ya escuchar es de mejor madre.... es de mala madre... y siii con nuestros andamos vil emos a disfrutar muchas cosas quede adultos nos perdemos, tanto de cosas más simples como de otras más complejas. Gallinica me ha encantado leerte (como siempre) Besazos playeros :)
ResponderEliminarCon nuestros nanos volvemos a disfruta
EliminarA mi me parece una buenísima oportunidad revivir la infancia a través/gracias a ellos. Es nueva oportunidad. Sepamos aprovecharla, como vosotros hacéis tan bien Monstse
EliminarUn abrazo
Total, completa y absolutamente de acuerdo contigo!!! Punto por punto. Que no es lo mismo decir que le compras de todo para compensar que no estás con él, ni que no le prestas atención porque no te ves en la obligaciación de jugar..a que diga que hacer actividades juntos es una obligación que nos autoimponemos. Me encanta hacer manualidades, cocinar, jugar, bañarme y hasta saltar en los charcos de barro si es con ella. Cualquier excusa es buena :)
ResponderEliminarNo autoimpongas más supercumples preciosos, que no disfrutas con ello sino que lo haces por ser "la más mejor". ¡¡Hombre por dios!!
EliminarUn besooooo
Me han encantado tus comentarios!! Cuanto más tiempo pasemos con ellos y hagamos cosas juntos más recuerdos bonitos para todos!! No es una obligación es un regalo!!
ResponderEliminarUn beso