Eso es lo que deberían habernos dicho cuando nos interesamos por una actividad que organizaba el club deportivo del que somos miembros.
El cartel decía así: Ruta de senderismo de nivel bajo. 12 kilómetros. De tal a tal sitio. Llevar bocadillos o tupper y líquido abundante.
Preguntamos al monitor que nos serviría de guía para que nos orientara si era una actividad adecuada para hacer con nuestros peques (íríamos un grupito de amigos). Ha sido su profesor de natación, por lo que los conoce divinamente.
Ohhhh si, si, perfectamente apta. Es una ruta que discurre todo el tiempo junto a un rio. No tiene ninguna subida, es prácticamente llana hasta el final que tiene una pequeña subida. Los niños mientras que vayan distraídos, entretenidos la hacen sin problemas. Los míos la han hecho.
Bueno, verás, tus hijos suelen salir de ruta, están acostumbrados, los nuestros no.
No, no hay problema, de verdad de la buena.
Total, que nos compramos nuestras botas y preparamos nuestras cositas. Que no, que el gallo no se muere de hambre ni de sed, así tenga que alquilar un burro, pero no, esta vez los burros éramos nosotros. Dos mochilas, dos. 4 litros de agua, latas de cocacola, con su hielo y todo, patatas, frutos secos, gomitas, galletas, mandarinas para todo el grupo, bocadillos. ¿He dicho bocadillos? no, bocadillos no, sólo el relleno. El pan lo compraríamos la misma mañana. Meeeeeeeeeee...a las 7.30 de un sábado TODO esta cerrado.
Por primera vez en nuestras vidas llegamos los primeros a un sitio, quince minutos antes, que mi madre y su amiga tenían que coger la primera fila del autobus. Ah, ¿no lo he dicho? La abuela también se apuntó.
Caminito de Córdoba que nos fuimos. Llegamos, nos bajamos y empezamos a andar a "carajo sacao". Pin, pan, pina, pan. ïbamos de los primeros. David aguantaba la marcha superbien. Su amiga, que se había levantado con mal pie iba quejándose. Nosotros alucinábamos con su ritmo, con su actitud.
Él- Mira mamá
Yo- Dale palanteeeeee que no dejas andar a los de detrás.
Pin, pan, pin, pan. Yo lo único que miraba era dónde pisar, que el sendero muy grande no era y el barranco llenito de espinos hasta el agua estaba a un solo paso. Un calor....Pin, pan, pin, pan. Felicitaciones y alabanzas para el pollito que estaba comportándose como un campeón.
Llegamos a la parada técnica. Comenzaba la subida. Mi madre y su amiga sabiamente decidieron no subir y comerse el bocadillo allí abajo. Tentada estuve de hacer lo mismo, pero y si aquello era chulísimo y nos lo perdíamos, además después de comer David podría jugar un rato con su amiga. Subimos agarrándonos a las piedras. No era para tanto porque el trayecto era corto. Llegamos al lugar de destino. Un seminario abandonado, en ruinas. Me preguntaba dónde nos sentaríamos a comer, con todo el suelo lleno de cristales y cascotes.
Llevábamos allí diez minutos cuando...¡venga señores, nos vamos! ¿Mandeeeeee? era la una de la tarde y comenzamos la vuelta. Sin poder tirar de nuestro cuerpo decidimos dejar pasar al grupo para quitarnos presiones. El pollito ya no llevaba el mismo fuelle. 7 kilómetros a ese ritmo eran demasiado, para él y para nosotros, pero había que volver.
7 kilómetros de vuelta. Tres haría el pollito pidiendo descansar a cada rato. Cuando ya no pudo más lo cogía a caballito. Mamá, no puedo con mi cuerpo, me dormiría. Duérmete cariño. En mi mente resonaba la palabra mochila, mochila, mochila, como si de Dora exploradora se tratara. Mochila de porteo ergónomica, mochila con 3 kilos de mandarinas, un paquete de patatas, un litro de agua, 4 bocadillos...34ºC...sol, mucho sol. Pollito para ti pollito para mi, un ratito tu, un ratito yo. Un mojón para la baja intensidad y para la llanura del terreno.
Los oídos me zumbaban y palabrita del niño jesús que yo creía que me iba a desmayar, pero aguanté. Aguanté porque el gallo no estaba mejor que yo y porque no nos quedaba otra. No fuimos los últimos. Cuando llegamos al autobús, a las tres de la tarde el grupo se había ido a comer a una terraza cercana. ¡¡Sus mulas toas!! ¿para qué carajo hemos cargado con la comida? Allí me quedé, no fui capaz de dar un paso más.

Cuando íbamos de vuelta en el autobús, comentábamos cuales eran nuestras expectativas según la información que teníamos del cartel y del monitor-guía. Una caminata de 6 kilómetros (no 7), a ritmo de persona normal. Como era apta para niños y podían hacerla perfectamente si iban distraídos, contábamos con la posibilidad de que disfrutar del campo entreteniéndose en mirar una plantita, en buscar un bichito; nos deleitaríamos con los pajarillos, con las vistas del río; haríamos alguna paradita en las zonas sombrías y al llegar al seminario sacaríamos nuestros bocatas y descansaríamos allí charlando con el grupo. Ya repuestos y habiendo pasado un poco las horas de calor, emprenderíamos los 6 kilómetros de vuelta.
Nada más alejado de la realidad y es que según nos dijo una señora en el autobús la mar de agradable: Es que el senderismo es esto, andar y andar. Para ver animales o plantas te vas al campo.
Hay que joderse.
Así no oigan, así no vamos más, eso no es hacer senderismo, eso es salir a machacarse. 30 €, 3 horas de autobús, 5 horas y media andando. 33º C. No vimos absolutamente nada del paisaje, nada de nada más allá del suelo que pisábamos. Ni un pájaro, ni el cielo, ni la montaña más allá de un par de fotos, no me preguntéis qué árboles o arbustos había. El guejéeeee del cabrero nos acompañó todo el camino de vuelta, vimos 4 peces en el ría en una de nuestras paradas técnicas. No oímos pájaros, entre el lo estás haciendo muy bien campeón, y el zumbido de los oídos por la presión del esfuerzo y el calor.
Con lo bonito que es echar un día de campo dando un paseo, escuchando los pajarillos, buscando las setas donde viven los gnomos, preguntando cuál es este árbol o aquella hierba, saltando hacia adelante y hacia atrás sin miedo a agotar los pasos. Sentándote a la sombra, bebiendo un sorbo de agua fresca mientras miras el agua y el cielo reflejado en ella. Cantando, charlando, contando historias. Una fotillo por aquí, otra por allá. Disfrutando del bocata tranquilo, descansando a la sombra tumbaditos en el suelo con los pies descalzos. Volver reconociendo hitos, aquella vuelta, ese recodo...terminar agotados pero felices. Pues no señores, eso no es senderismo.
Como resumen para las personas que se dediquen a organizar este tipo de actividades...por favor, INFORMACIÓN detallada y real. No digo más
Deseando estamos de repetir a nuestra manera