En mis tiempos, o al menos durante algunos años, teníamos clase hasta medio día. Nos íbamos a casa a comer y regresábamos al cole para seguir con las clases. Para la tarde siempre dejaban las asignaturas "marias", como religión, pretecnología y música.
Pero música, en mi cole, no era una asignatura "maria". Don Carmelo se llamaba el profesor. El buen señor, maestro y músico, se pensaba (como tantos) que no había otra cosa en la vida que aprender términos musicales, además de las notas, solfeo, tocar la flauta y un largo etcétera. Con deciros que nos tuvimos que aprender todo un diccionario de términos musicales. Todavía me acuerdo. El grupo de los cinco: Aleksandre Borodín, Modest Músorgski, Nikolái Rimski-Kórsakov, Mili Balákirev y César Cuí. Bueno, en realidad sólo recordaba a los tres últimos, que tampoco está mal.
El caso es que todo los días preguntaba la lección en clase, así, sin ningún criterio, por número. No se si es que era su número favorito o su número más odiado, pero siempre era el mio.
A ver...(mientras a mi me empezaban a entrar los sudores de la muerte)...el número 21, yo. Y lanzaba su pregunta, que por supuesto yo no sabía contestar. Y no porque no quisiera hacerlo, es que eran dos días a la semana y la verdad, música lo dejaba siempre para el final y no me daba tiempo de estudiarlo, aun sabiendo que me iba a preguntar. No fallaba, punto negativo.
Había veces que el susto me llegaba más tarde porque tenía "la suerte" de que antes del 21 dijera el 24. Cristina Carracedo. O ella o yo, no importaba el orden, siempre nosotras.
Os juro que terminé sintiendo pánico de ir a clase. Mi madre tenía que venir del trabajo a la puerta del cole a darme ánimos y tuvo que hablar con la tutora que por supuesto no hizo nada.
Recuerdo esa época como una auténtica pesadilla.
Pero una tarde fue distinta, ese día no me preguntó la lección, ese día venía cargado con un tocadiscos y unos altavoces y cuando comenzó la música a todo volumen...¡Guau! Don Carmelo me descubrió a los Beach Boys. Ese año le pedí a los Reyes un disco suyo, que me sigue encantando.
Sí, al final, era obvio que con tantos puntos negativos iba a suspender y a tener que recuperar la asignatura. Pero me tomé la revancha. Estudié y estudié, ensayé y ensayé y no hubo nadie en el mundo más rápido que yo diciendo las notas musicales que me señalaba a flautazos en un pentagrama en la pizarra.
El resumen de todo esto es que ¡a Dios pongo por testigo! que si a mi hijo le pasa algo parecido moveré cielo y tierra para ayudarlo, para que no pase esos momentos angustiosos que yo pasé. He dicho.
Por cierto, a David le encanta "hacer" música. Guitarra española, flauta, xilófono, tambor, tamboril, maraca, pandereta, piano,saxofón, guitarra eléctrica...pa volverse loco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario