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5 de julio de 2015

Charlas de teta

Dar de mamar a tu hijo en público es como tener un perro, hace que surjan conversaciones espontáneas en torno a eso, teta o perros.

Como la mayoría de los niños de su edad que siguen mamando, no es que él pida mucha teta en la calle. En la rutina diaria eso queda relegado para los momentos de tranquilidad en casa, al despertar, en la (no)siesta y antes de dormir.  Simplemente no tiene tiempo de pararse. Aunque a veces lo hace. Nunca es para mi mal momento, mal lugar ni mala compañía. Nunca le digo que no.

¿Conoces la iniciativa ¡Mamá, no te escondas!? De eso va, de normalizar la lactancia.

Me gusta que me pida teta en la calle. Me gusta porque me hace sentir que no tiene miedos ni complejos, que aunque se sabe diferente, especial, le parece lo más natural del mundo mamar cuando le apetece. Se siente respaldado por nuestra actitud de normalización y estoy convencida que esa seguridad le hace bien.

Se sintió seguro cuando pidió teta en un descanso en una de las jornadas del huerto que tenemos con el AMPA del cole. Había un buen grupo de amigos del cole con sus madres, ninguno sabía que sigue tomando teta, tampoco es algo que salga mucho en las conversaciones, a nadie se le ocurre pensarlo, no tendrían porqué hacerlo. No hubo caras de sorpresa (imagino que quedó por dentro), aunque la típica pregunta de si todavía tengo leche. Siempre es el pié a contar su experiencia, si tenían mucha o poca leche, si le dieron tantos o cuantos meses, casi como si tuvieran que justificar porqué ya no les daban el pecho a sus hijos, como si eso tuviera alguna importancia. O tal vez no, quizás y seguramente sólo compartiendo lo que fue para ellos. Me gusta oírlas, sin comentar, sólo escuchar. Lo que sea estuvo bien.

En la playa había una mujer dando de mamar a su bebé de cuatro meses, su hijo de cuatro años y David se habían hecho amigos y e fueron a jugar. La mujer me comentó que David le había contado que él también tomaba teta y que se había pegado ese día una siesta impresionante con ella. Tanto que al despertar pensaba que era de día. Se lo contó así, con toda la naturalidad del mundo. ¿De verdad mama aún? Me preguntó, pensando que quizás solo era una forma de hablar, que sólo le gustaba achucharse al pecho como una reminiscencia de otro tiempo. De verdad. ¿Y todavía tienes leche? :)

Cuando ya esta familia se había ido, miraba yo embelesada (siempre me pasa), cómo una mamá daba teta a su tercera hija, una preciosa niña de tres años a la que había estado viendo toda la tarde bañarse con su hermana de unos cinco, que la cuidaba y protegía constantemente. Me tenía flipada su relación. El hermano mayor, de unos siete directamente pasaba de ellas. El caso es que al ratito era el mio el que pidió teta. 

¿Te das cuenta mamá que antes no llegaba con los piés al suelo?. El mismo tomaba conciencia de cuanto ha crecido. Empezamos con los recuerdos, las bromas, las risas y los juegos. Todo fue terminar y la mamá desde lejos me preguntó casi gritando
- ¿Cuantos años tiene?
- Seis.
- Ay, ay, ay...¿Tres más me quedan? Ella tiene tres, a veces me cuesta y hasta le digo que no. Ella es la que ha visto al tuyo y me a dicho ¡mira mamá, ese niño es mayor y toma teta!.
- Te has quedado sin excusas. Le dije de broma

Pues eso antes eran charlas de perros, ahora son charlas de teta (entre otras cosas, claro está). Cosas que unen sin más


1 comentario:

  1. conversaciones de tteta, nunca se me ocurrió que exitieran... ja! que bueno!!

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