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9 de diciembre de 2013

El sufrimiento de un hijo, el de una madre

Rikka Sormunen’s
Hoy hemos disfrutado de los amigos de siempre, esos con los que hacía semanas, incluso meses que no hablábamos pero que cuando nos reunimos, a pesar de la desconexión, parece como si no hubiera existido tal, como si nada hubiera pasado. Entre amigos así, todo fluye. Te conocen desde siempre. Los conoces desde siempre. Todo fluye sin más. 

Quería ahondar en el tema, pero justo al sentarme a escribir, con el pollito dormido desde hacía una hora, lo he oído gemir, lloriquear, llamarme. A veces le pasa, me llama en sueños y sólo se clama si me siente a su lado. Esta vez era distinto. No me dió tiempo a recorrer los apenas siete metros que nos separan cuando ya estaba llorando, gimiendo. 

Tranquilo pollito, estoy aquí. Pero no, nada lo clamaba, más bien iba en aumento. Se retorcía. Me duele, me duele. Ayyyy mamá!!! Me duele!!! ¿Qué hijo, qué te duele? La pierna. Llego a creer entender que el gemelo derecho, se le habrá montado pienso. Y el grita y llora, se sigue retorciendo. Intento tranquilizarlo hablándole y abrazándole mientras le doy un masaje. Quisiera ser un pulpo. Me faltan manos.

Parece que el dolor remite, se calma, ya duerme. Pero al rato, comienza de nuevo. Llama también a su padre. Llora, se retuerce, grita. Siento toda la impotencia de no poder elimiar de inmediato ese dolor. Pienso en todas las madres de hijos enfermos. Me hago una con su sufrimiento. 

Nunca he sido una madre "preocupada". Siempre he realitivizado sus enfermedades, sabiéndolas lo que eran, nimiedades. Gracias a quien sea nunca ha tenido nada grave. Es demasida la cercanía de M, con el que hemos estado hoy, como para permitirme preocuparme por lo que no lo merece. Sin embargo esta noche no he podido evitarlo. Augurios de enfermedades horribles han pasado por mi mente. He sentido pánico.

No puedo imaginar un dolor mayor que el de ver sufrir a un hijo, tan sólo uno, perderlo.