Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

30 de marzo de 2013

La crueldad del desapego

Ojeando mi marido un libro en la biblioteca me comentó que nuestro pollito, según el libro, podía considerarse un niño precoz. No es necesario que lo diga el libro en realidad. Desde que nació ha estado muy adelantado: se sentó solo, se mantuvo de pié, anduvo, comenzó a hablar...muy pronto. Eso no es indicativo de nada, llegará un momento en el que se igualará con los demás niños de su edad, incluso puede que se "quede atrás". No se es más inteligente por ser precoz. Y afortunadamente, antes o después todos, si estamos sanos, llegamos a hacer las mismas cosas.

Sin haber tenido nosotros mucho contactos con otros niños, antes del nuestro, poco podemos valorar más allá de la caída de baba propia al observar los progresos de nuestro vástago, pero otros muchos nos han comentado la gran capacidad de expresarse que tiene nuestro pollito, la cantidad de vocabulario que maneja, lo bien que se explica, que comprende...Me gusta pensar que toda esa capacidad expresiva se debe a las actividades en las que participamos desde muy pequeño.

Me encanta llevar a David a cuenta cuentos, teatros, talleres...Hasta ahora, por su edad, han sido, sobre todo, actividades en las que participábamos como oyentes.

Me resulta curiosa su forma de ser. A pesar de ser un niño tan sociable, tan parlanchín, necesita sentirse siempre seguro, acompañado. En los cuenta cuentos siempre soy yo su sillón, sólo ahora alguna vez, y sólo si está con algún amigo, se sienta gustoso en el suelo con los demás niños. No es algo que me moleste en absoluto, ahí estaremos para acompañarlo siempre que lo necesite, pero tampoco negaré que a veces me gustaría que esos momentos de "independencia" sucedieran más a menudo.

No hace muchas semanas asistimos a un taller. Era un lugar nuevo, pequeño, muy pequeño. Llegamos con tiempo. Se familiarizó con el lugar, con la dueña del espacio, con la "seño" que impartiría el taller, siempre pegado a mi, de mi mano. Los demás niños fueron llegando y se fueron quedando allí solitos, sus padres vendrían a recogerlos más tarde. Me dio una pena tremenda un niño de cinco años. Su madre lo acercó al taller con su hermana de apenas dos años. La idea era que él se quedara. La pequeña entró y encantada se unió curiosa al círculo de niños entorno a los instrumentos musicales del taller. El hermano mayor, sin embargo, no quería quedarse, se acercaba a su madre que comenzaba a perder la paciencia intentando convencerlo para que se quedara. El niño se salió a la calle y se escondió en el portal de al lado. Esto lo observé ya desde la puerta del local, a escasos dos metros de David, que ya se había unido a los demás niños, asegurándole que yo estaría ahí cerquita todo el tiempo. Al poco de empezar, aquella madre seguía luchando con su hijo. David se puso a llorar de repente y se vino hacia mi aferrándose a mi pierna, entré y me senté con él muy cerca del círculo donde los demás niños interactuaban. Mientras tanto, la escena que se sucedía me dejó desolada. Este niño de cinco años intentaba por todos los medios acercarse a su madre, buscaba su aprobación, su cariño, extendía sus manos hacia ella intentando tocarla, sentirla y ella con una crueldad que me desgarró le apartaba las manos una y otra vez gritándole "¡¡NO ME TOQUES!!  ¡¡NO ME TOQUES!! ¡¡SI NO TE VAS A QUEDAR NO ME TOQUES!!!! De verdad me sentí morir. Mientras tanto, David suavemente había vuelto al círculo de niños y a menos de un metro de mi, posaba su mano sobre mi bota y me buscaba con la mirada a cada poco, sólo por saber que estaba ahí. Y en ese momento me sentí orgullosa, si, orgullosa de mi, por no haberme comportado como esa madre.

Siento que debo hacerlo así, que debo respetar su ritmo. Cada vez más asistimos a talleres, cuando el me deja me alejo un poco, lo dejo estar y hacer sin mi, interactuar con los demás niños y adultos, cuando me reclama ahí estoy a sólo dos pasos, tres, cuatro, cinco...algún día volará solo, pero no aún.

PD. No juzgo a esa madre. No sé si ese es su forma habitual de comportarse o si venía arrastrando algo. Yo misma, muchas veces, cuando me enfado con el porque me pega y viene a pedirme perdón, siento ganas de decirle ¡no me toques!¡déjame!¡necesito tiempo!. Nunca lo hago, porque siento la pena que le causaría  mi rechazo, porque en el fondo sé que con el contacto, con el abrazo, el enfado se esfumará antes. Y ambos lo necesitamos. Pero en esos momentos de desesperación me teletransportaría a la Gran Muralla China



11 comentarios:

  1. Es curioso... la hermana era más pequeña y como tal, no tiene aún "miedo", le pueden sus ansias de investigar y descubrir, pero el mayor... ya con cinco años son muuucho más conscientes y como tales, se sienten abrumados,;desconcertados, intimidados... no tienen porque se más independientes; pero esto, no lo ven, no lo vemos los adultos... Es una pena que midamos con distintos raseros. Un adulto puede sentirse reservado e incómodo en una reunión y un lugar que no conoce, pero un niño no... En fin, muy penoso :(.

    Besotes!!!.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No creo que sea sólo cuestión de edad el tema miedo. Es cierto que al ir creciendo se van tomando conciencia de cosas, pero creo que el miedo al abandono, por decirlo de alguna forma, está ahí desde que nacemos, y que se manifieste en más o menos medida creo que depende de la personalidad de cada uno. Quizás el mayor haya estado 3 años muy apegado a su madre y aún la siga necesitando. Quizás la pequeña, por la circunstancia que sea ha estado menos tiempo con ella y por su forma de ser, se haya acostumbrado y no la necesite. No se, a saber lo que pasa por la mente de los pequeños.
      Tienes toda la razón, a muchos adultos les cuesta hacer cosas si no es con un entorno conocido, ¿porqué iban a ser ellos distintos?
      Un abrazo grande

      Eliminar
    2. Veo que se ha resuelto y puedes comentar, me alegro muuuuucho!!!, ya me dirás qué pasaba.

      Re MUACKSSS!!!.

      Eliminar
  2. Pues si, tienen sus ritmos de maduración y forzarlos no sirve de nada. Ya llegará la época en la que no necesiten nuestra presencia ¿para qué meterles prisas?. Qué triste que un niño se tenga que sentir así.
    Un besazo enorme, preciosa!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡qué vas a decir tu! que eres una experta en respetar ritmos.
      Un beso linda

      Eliminar
  3. Que pena la imagen de ese niño y de esa mamá.... quizás no pasaba por un buen momento, quizás repite patrones de infancia.... no es fácil.... hay que estar en los zapatos del otro. Pero no deja de ser triste.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues si, todo es más fácil cuando se observa desde fuera. Ojalá fuérmos capaces en momentos así de tener la suficiente capacidad de vernos como lo haría otra persona y tomar conciencia. Pero es taaaaaan difícil.
      Encantada de tenerte por aquí

      Eliminar
  4. Te entiendo perfectamente, estas escenas causan gran desasosiego, pero como bien dices, desconocemos si es la tónica habitual o un hartazgo que estalla en el momento más inapropiado...
    Totalmente de acuerdo en lo de respetar los ritmos de cada niño, yo no podría hacerlo de otra manera.
    Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sabes María la de veces que en momentos así de pérdida de control por mi parte me he visto a mi misma y he pensado: ¡por dios!¡¿qué estoy haciendo?! para Carmen, para. Otras lamentablemente me doy cuenta de mi comportamiento demasiado tarde
      Un beso

      Eliminar
  5. A veces no nos paramos a vernos desde fuera el comportamiento que tenemos para con nosotros mismos, quiero pensar que tendría un mal día pero no es para decirle no me toques....besosss!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas veces han estado a punto de salir de mi boca esas palabras. Espero poder controlarlas porque él las oyera, si las sintiera...que triste :(
      Un abrazo Esme

      Eliminar