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23 de agosto de 2016

De una vuelta, primeras veces y ya se verá

Hace meses que no escribo, que no paso por aquí, el editor de blogger. Meses que no entro en el blog. Ahora, al hacerlo he sentido pánico de que algo hubiera cambiado, me pidieran claves que no recordaba y esto quedara en el limbo para siempre. Tengo que hacer acopio de todo esto, antes de que los miedos se hagan realidad y se pierdan todos estos años de memoria. Sería una pena.

Hace meses que no escribo, no lo necesito, no me lo ha pedido el cuerpo hasta esta noche. Acabo de terminar El libro de los Baltimore, son casi las tres de la mañana. Pretendía dormirme pero como me pasaba tantas veces he comenzado a escribir en mi cabeza. Esta noche he vencido la pereza, esa que no sentía antes, y me he levantado. Vuelvo a estar sentada en el chaise longue como tantas vecez, ese espacio que hemos cedido a Ada y que hoy, a su vez me ha pretado a mi por un rato.

David duerme en su cama. Ahora la prefiere. Aún siente el deseo de dormir con nosotros, pero el calor y la incomodidad le pueden y decide irse a su cama. Sí llegó, el descolecho ha tardado dos años en arraigar. Aún me necesita para dormirse. Una historia, un rascar de espalda, media vuelta y a dormir. Hace meses, muchos meses que lo de leer antes de dormir se ha vuelto muy esporádico, demasiado. Intentamos recuperarlo cuando las chicas de Me & Mine nos hiceron llegar uno de sus flamantes Pasaporte del lector. Llegó a casa junto al Carnet de conducir infantil, justo, justo cuando volvimos de los días en Los Caños. Esos en los que cada tarde paseábamos por el paseo martítimo donde yo aprendí a pontar en bici. Si hubiera llegado antes creo que me lo habría quedado para mi, que lo habría rellenado yo. Es tan bonita la idea de plasmar ese gran momento de la infancia. De otra forma puede que pase desapercibido entre los miles de recuerdos que atesoramos. Yo recuerdo...primero sin un ruedín, cuando invariablemente tenías que pedalear inclinado, más difícil aún que hacerlo sin los dos. Después sin ellos. El miedo a intentarlo, a caer, a no poder. La voz que te dice que te agarra, pero que sin que te des cuenta te suelta y tú que ni te enteras hasta que lo percibes y te aterra. Qué pena que no lo idearan antes, cuando el pollito aprendió a montar en bici. Qué pena que en mi afán organizador los guardara no se donde y ahora no los encuentre en ningún lugar de este minipiso que tiene mil rincones. Los podría haber sorteado o regalado, al menos haberles hecho alguna reseña instagramera y darles así las gracias. ¿Que si esto es publicidad? Supongo que sí, si quieres verlo así. Para mi es gratitud, por seguir acordándose de mí a pesar de tener este rinconcito casi extinguido. ¿Que si soy honrada? ¿Que si realmente me gustan sus productos? Mil veces sí, por concepto, por originalidad, por sentimento. Cada uno que inventan me parece más genial que el anterior. Además, lo explican tan bien, te hacen llegar tan claramente el cariño y la pasión que ponen en cada nueva idea, que es difícil de superlo. De ahí que mi idea fuera transquibir tal cual la reseña explicativa que enviaban con ellos...pero la perdí, se fue a ese rincón escondido ha hacerle compañía al carnet y al pasaporte. Quizás aparezcan al cabo de los años, como aquella bolsa de canicas que escondió mi madre y que jamas encontramos entera. Cada año, como por arte de magia, entre los jerseys, las medias y la ropa interior aparececían canicas de colores. Misterios de infancia.

Este ha sido un verano de primeras veces, como cada uno desde aquel primero que vivimos con un bebé de un mes en el club. 

Su primera herida con sangre en el brazo un mes después aún tiene la cicatriz. Resbaló cogiendo cangrejos. Aunque el talegazo (como lo llamamos por aquí) fue grande, el golpe mayor fue a su orgullo. No está bien caerse delante de unos iguales a los que intentas impresionar con tus dotes de cazador sin miedo. Qué difícil mantener el tipo, tragarse las lágrimas y sobreponerse repitiéndote una y otra vez que eso sólo le pasa a los intrépidos. 

Aprendió a coger la ola en la orilla gracias a un amigo de una tarde. Nadamos a remolque hasta "el arrecife", toda una aventura con su amiga E. La primera vez de snorkel, su primer pez. Esa respiración rápida por el miedo, esa respiración entrecortada por la emoción. Esos nervios a flor de piel. Esa superación. El primer baño de noche (o casi, casi). De noche sí el primer picnic en la playa, el pasear a la luz de la luna.

Los baños con la goma en la azotea. Descubrir la Barbie de mamá, su ropa. Ponerle modelitos diferentes y descubrir que es guay eso de jugar a las muñecas. Los minizapatitos de tacón imposible. El perro. El dormitorio de madera que me trajeron los reyes (que mi madre pintó de rosa mientras yo dormía, con tantas capas que las puertas del armario no cerraban), la cocinita con su horno, frigorífico y fregadero. Con esa ventana en la que se veía un parque. Era yo la que hace dos días jugaba. parece mentira.

De noche en el campo con R, sacos de dormir, linternas, un telescopio. La primera estrella fugaz. 

Cines de salas vacías, cines de salas a rebosar. Miércoles tras miércoles.

Parque de doce a dos. Música, baile, agua y calor. 

Los rollitos de Nocilla son más buenos cuando los haces tú, las salchicas más sabrosas, los filetes de pollo más en su punto.

Acampar en el salón de la abuela y descubrir que tu salón, aunque más pequeño es mejor. Dormir con Ada aunque haga calor.

La primera vez en un parque acuático. Más superación. Qué suerte encontrar amigos que te guien. Qué rabia medir justo 1,20 (o eso dice la señal), qué fastidio tener que esperar un año. Eso dices ahora, sin haber mirado abajo desde lo alto del tobogán amarillo, ahora que te tenía convencido. Habrá que esperar.

El explotar, el miedo, la verdad, el cambio, la ayuda, el más cambiar.

Siestas y teta...eso sigue igual. 7 años ya. Cada una la disfruto, pensando que puede no haber más. Quizás la de hoy haya sido la última. Lo confesó hace unos días llorando "no hay leche", "es un rollo crecer", "yo quiero seguir tomando tetita". Seguimos sí, a ratitos cortos pero seguimos. Ninguno de los dos está preparado, pero mi cuerpo dice ya. Viviremos nuestro duelo cuando se termine, o no, quizás sea tan progresivo que no nos demos cuenta. Quizás el próximo verano sea uno más.



Este año no ha habido viaje. El próximo...ya se verá. Tenemos en mente una idea, a ver si conseguimos hacerla realidad, que esa soy yo, la de "de noche voy a Madrid, de día me quedo aquí" (me leo ahí...cuanto he cambiado, cuanto ha cambiado todo)...a Madrid no, más lejos...Guardo en la mesita de noche el Carnet Viajero. Este no se me va a perder. Tendrá que esperar un años, pero lo rellenaremos, será nuestro diario de esa otra primera vez.



4 comentarios:

  1. Qué bonito post, lleno de recuerdos...
    Me alegra leeros de nuevo.
    Un abrazo.

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  2. Qué bonito post, lleno de recuerdos...
    Me alegra leeros de nuevo.
    Un abrazo.

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  3. Te he leído después de una siesta que quizá no llegue, sin poder esperar a leerte de noche, ya en la cama, como solía hacerlo cuando empecé y tenía tu blog a estrenar, pudiendo leer varios post.
    Muchas noches me meto con la esperanza de que hayas escrito y cierro la página entendiendo que hay un tiempo para todo y que ahora lo gastas en vivir.
    Pero cuanto me llena lo que escribes, porque eliges las palabras que una misma busca para expresar y no encuentra.
    Cada vez tiene algo de primera.
    Un abrazo!

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